El edificio de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, obra del Arquitecto Carlos Raúl Villanueva, se construye en 1957 sobre un área de terreno de 5.600 m2. Con un área construida de aproximadamente 50.000 m2, esta edificación fundamental en la obra de Villanueva fue ideada bajo un principio muy personal que retomaba las teorías académicas provenientes de la Bauhaus. Seis áreas de trabajo fueron claramente diferenciadas –composición, construcción, pintura y escultura, urbanismo y teoría–, y todas giran en torno a la torre central de nueve pisos de altura, identificable desde cualquier punto de la Ciudad Universitaria, debido a su forma, color azul y tratamiento tridimensional.
La torre de nueve pisos, levantada sobre un expresivo sistema de pórticos de concreto, constituye una directa referencia corbusiana. Este prisma de acentuada horizontalidad, dispone racionalmente su orientación norte-sur. Hacia el norte abre plenamente su fachada alas visuales de la montaña y desprende en un gesto de protección solar una expresiva piel brie-soleil, hacia el sur, un muro calado sirve de celosía a la intensa luz tropical; hacia el este la fachada cierra completamente manifestando escultóricamente la importancia de la escalera de servicio; hacia el oeste, la fachada se cierra definitivamente. En estas dos últimas fachadas, dos inmensos muros verticales de nueve pisos de altura sirven de soporte a la obra de Alejandro Otero, que desmaterializa a partir del juego geométrico de variaciones de azul, el peso del cuerpo arquitectónico.
La planta baja del edificio conforma una ciudadela pública de múltiples actividades, acusadas por sus cambios de escala y de nivel: salas de exposiciones, biblioteca, cafetines, auditorio y talleres, enlazados entre corredores y pequeños jardines internos y delimitados por muros de pieles caladas, desarrollan el discurso moderno de la fluidez espacial pasando de una situación a otra sin cambios bruscos. Las plantas tipo se estructuran a partir de la sucesión de aulas orientadas hacia el norte unidas por un amplio corredor hacia el sur: la funcionalidad de la planta se organiza a partir de un expresivo núcleo lateral de escaleras y ascensores.
En la planta baja, en torno a la torre y hacia el norte, se disponen los talleres de composición en los que se han estudiado hasta los últimos detalles de iluminación y ventilación y las proporciones dispuestas para mayor comfort al trabajo. En este espacio es notable la dimensión plástica que adquieren las plegaduras de sus cubiertas, las cuales reciben el agua, el aire y la luz convirtiendo el hecho de la protección en una fuente de intensas variaciones. Hacia el sur, y como dos volúmenes autónomos que acusan la extrema funcionalidad, se desprende el auditorio y la biblioteca a doble altura.
La crudeza de esta edificación fue concebida por Villanueva como un ejercicio mismo de la arquitectura. A lo largo de sus espacios resulta fácil discernir de las tecnologías estructurales, los comportamientos de su infraestructura y la resolución de los detalles como un manifiesto de composición arquitectónica.
Preparado por: Henrique Vera
Fuente: “Carlos Raúl Villanueva: un moderno en Sudamérica”. Pág. 212
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